miércoles, 13 de marzo de 2013

El año que nos separó.

Recuerdo aquel otoño de 1995 vagamente a veces, los días de sol que hicieron a finales del mes de septiembre y de los nervios enjugados de la novedad y la incertidumbre. Comenzaban los cambios, arraigaban las ideas, empezábamos a formar una familia de muchos miembros, pero de cinco destacados. Nacía así la tremenda amistad que aún nos une lejanamente desde el año que nos separamos.

Recuerdo perfectamente a M.J. contando batallitas, a todas haciendo un corrillo en el césped, las vidrieras salpicadas de barro en su base y los cuchicheos por las esquinas de ladrillo visto cubierto de hiedra...nuestro batallón de niñas haciéndose mujeres preparado para abrirse al mundo como los pájaros que aún no han volado.

Y me acuerdo de las noches en vela a la luz de un flexo, las inocentadas de las más veteranas, los importunios de las envidiosas, las horas compartidas siempre delante de un libro, un plato o un recreo sentadas en el patio...las partidas de cartas, aquella torta que me pegó P. (la mejicana) a las 8 de la mañana, aquel regalo que me hizo E. por San Valentín....la voz cansada del tutor pidiéndonos orden...(cómo me acuerdo de G. y sus reuniones diarias, de la disciplina y de las horas de estudios).

Esos cuatro años, de niñas a mujeres, de semiclausura, de viernes haciendo la maleta, de risas en la lluvia, de clases confidentes, de domingos recogidos y charlas hasta las tres de la mañana...casi se pierden, casi se olvidan el año que nos separamos...pero aún viven aquí, en mis noches, en mi vida, en mis huídas y mientras sean recordadas seguirán vivas. Tanto que os quiero más que nunca, tanto que se me antoja imposible juntarnos...pero yo quiero que volvamos a estar unidas, porque fuimos como hermanas, yo la más pequeña, yo la más olvidada.

Recuerdo aquel verano de 1999, cuando pasamos página. Ese fue el año que nos separó.