lunes, 3 de septiembre de 2012

La noche de los sueños rotos.


Nunca debí tirar de la cuerda de los deseos pues mi radar me decía que acabaría rompiéndose.

Siempre he sido capaz de ver una sonrisa donde no la hay. Supongo que era por mi naturaleza positiva.  Nada real.  

Estos últimos días he visto cómo llovía en la calle...y he pensado que este aguacero sólo traerá desdicha. Y eso lo he visto claro, como cuando veo en los telediarios las noticias de guerras y crisis.
 La lluvia limpia y ayuda...pero también inunda y arrasa. Todo en exceso no es bueno. He cogido la costumbre de pararme a escucharla, adivinar qué dice entre gota y gota...en incontables chasquisos de húmeda esencia...y sé que me dice cosas que aún no logro entender. Quizás diga que espere, quizás diga que huya o quizás no diga nada y yo sólo me invento eso para pasar el rato aburrido mirando tras la ventana. No deja de ser agua cayendo tras mis cristales.
Pero es el elemento que me define y creo que me purifica. Al menos me quita peso y me desahoga.
Esta noche llueve, pero no en la calle. La tormenta ha llegado al borde de los sueños rotos...sueños de vida feliz y y plena, de descanso sin insomnios y de amores indómitos. Yo los he roto. Porque sí, porque ya no soy capaz de ver sonrisas en las caras de nadie, porque ya no creo en las palabras de las bocas de esas caras y porque no concibo un amor que no sea sacrificado o que no sea capaz de mover montañas. Es así. Así lo aprendí. Y ahora me siento libre, siento que he obrado bien.
La lluvia me moja pero no me cala, me bautiza y me devuelve al mundo, al mundo de telediarios y miserias, a la realidad permanente que, por mucho que yo me resista, no deja que me arranque los pies del suelo. La noche de los sueños rotos será la que borre de mi calendario de promesas incumplidas. Sin más desvelos, sin más dolor y sin más recelos. Viva de nuevo y lista para empezar. Siento que no he desperdiciado ni una gota. Pienso que las cosas pasan por algo...les doy un sentido.

Siempre me han gustado los días de otoño con olor a tierra mojada, brezo y leña recién cortada. Bienvenido septiembre. Adiós al pasado.


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