viernes, 31 de agosto de 2012

Arráncame la piel a tiras...


Un día triste como otro cualquiera, un día del calendario para dejar pasar porque vivirlo es morirlo en todas sus horas, con todos sus minutos y todas sus angustias. Amanece el corazón herido si haber dormido, enjuagado mil veces en una ducha de autorreproches, castigado con culpas...tremendo olvidado en las noches de lunas e incendios...ahogado en el llanto seco del nerviosismo y la agonía.

Un beso enrome a los que se guardan de sufrir, a los valientes tras un respaldo, a los que se miran tras el espejo, a los que sufren con sus sinsentidos...un abrazo para no caeros, un apoyo para no frenaros.

Quizás pasaste por mi lado hace años, y como dice la canción, no te supe ver.

sábado, 25 de agosto de 2012

Luchemos contra el cáncer.

Mi principito y yo nos subíamos a las ramas de aquel árbol. Teníamos las rodillas magulladas y el alma imbatible. Alcanzábamos la copa más alta como si fuéramos héroes medievales y luchábamos a punta de fecha y espada roma. Bajábamos los acantilados como fierecillas en guerra, despojados de maldad y con ansias de más vida. Recorríamos las colinas a golpe de viento, nuestras piernas eran cometas danzando en la hierba. Nuestra fe nos decía que podíamos con todo. Nuestra dicha aplacaba el más cobarde de los miedos.

Mi principito agarraba el cielo con las manos, se revolcaba con el sol y las nubes...y yo le seguía a todas partes porque sentía que mi vida siempre iba con él.

Mi principito un día enfermó, haciendo de la cama su mejor hogar. Eso mejor que abandonarse a la suerte de los tristes valientes. Su carita ya no era la misma, las ojeras se la comían como un día largo sin pan. Su cabeza enmudeció su rubio y arrastró consigo las mil batallas del bosque. Los semblantes abrumados por las fuerzas de orden mayor y la pena enmascaradas en falsas sonrisas rodeaban aquella casa. Mi principito se moría.

Pero yo quise darle todo, mis fuerzas, mi vida, mi amor...para que volviera a saltar esos muros que franquean los ánimos y los dejan del otro lado, para que renaciera en el lecho en el que se había postrado y que yo creía que era una cárcel para sus alas y sus ganas de volar.

Pensaba que servía todo, deseaba que sirviera. Y con ello no dejaba de contarle las cosas que ya no hacía y que inventaba en un momento de dulzura y rabía amalgamadas, suspirando a escondidas los troncos de la alameda que ya no conquistábamos, por quererlo y cuidarlo. Por ser parte de su mundo de llanto y hacerlo más llevadero, más superfluo y llenar de pájaros un espíritu rendido ante el cáncer, lleno de paz y quietud a la vez. Mi principito era tan valiente y orgulloso, que no le temía a nada. Y yo me moría de miedo. Por perderlo, por olvidarlo, por sentirme vacía en un mundo lleno de gente.

Mi principito no está hoy conmigo, se fue, voló. Surcó los aires con los millones de pájaros que yo le había regalado y mi miedo desapareció. Porque no lo he olvidado, porque viene conmigo siempre y se sube a los árboles igual que yo. Juego con su rubio cabello y a mil contiendas a punta de fecha y espada roma...sus rodillas están más magulladas que nunca. Sus ojos verdes vuelven a brillar, porque los hice míos y míos son.
Mi principito es hoy el rey de todas las colinas que conozco y se pasea conmigo en los ratos de nubes y sol de los días de primavera.

Te quiero principito, por siempre.

lunes, 20 de agosto de 2012

Simplicidades.


Hay quien por simplicidad se quita la venda y ahoga sus ojos con la luz de las verdades a medias. Hay quien prefiere seguir caminado a tientas por las líneas de las penas. Yo quiero acomodarme en tus rincones de niño travieso. Yo ya no imagino mis pies sin pisar tu arena, yo no concibo una voz que no sea la tuya, diciéndome pequeña mía.

Hay quien por simplicidad se busca en sus laberintos, amansa sus aguas y cuelga las botas de un clavo en la pared. Anda sus pasos y regresa a su ser. Yo me agacho y me hago un ovillo, recuerdo nuestras canciones y lamento no haberte hecho caso antes...me hubiera dejado llevar porque la tormenta ya me había arrastrado a tus orillas. Yo ya no pienso en vidas paralelas ni sombras rondándome. Acudo a ti porque tu voz sigue llamándome preciosa.

Hay quien por simplicidad arroja al abismo los logros, los sueños, las metas...hay quien quiere vivir arrastrándose, muriéndose. Prefiero mil veces el peso de lluvia mojando mi terrenal cuerpo sin tener que caerme, demostrándo que sé, que soy, que vivo, que quiero, que anhelo, que amo tu voz susurrando princesa.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Así nació The Pink Pomelo!



Cuando era pequeña no podía dejar de mirar a mí madre haciendo sus tareas. Siempre andaba preguntando aquí y allá, colgada de sus faldas. Ella no paraba de hacer cosas y yo deseaba participar en todas ellas. Aprender observando, empezar probando con cosas sencillas y bajo supervisión materna y al final, soltarme yo sola y comenzar mis propios trabajos. Hablo sin duda de la costura.


Aquélla época entre telas y máquinas de coser marcó un antes y un después. Yo rondaba los 11 años y nacía en mí una bonita relación de amor-odio con la costura, debido a que mi nerviosismo no me dejaba hacer las cosas bien. Acababa ofuscándome y dejando a medias la mayoría de las cosas. La paciencia nunca fue una virtud...hoy día la sigo buscando en muchos aspectos de mi vida.


​ El caso es que perfectamente podía realizar un conjunto de ropita para un muñeco, bordar, hacer crochet, punto a dos agujas, coger dobladillos, arreglarme la ropa...cosas que amigas mías o compañeras de clase no sabían, ni siquiera coser un botón. Eso me llenaba de orgullo y a la vez de vergüenza, porque ellas se hubieran burlado de mí de haberlo sabido. Entonces se convirtió en mi gran secreto, el que compartía con mi madre.

Llegó el momento de ir al instituto y ya con 13 años dejé un poco de lado todo el tema de la costura y los trabajos manuales. Por suerte o por desgracia, me tocó estar interna de lunes a viernes en una residencia de estudiantes y el tiempo lo dedicaba a otros menesteres. De vez en cuando, y ayudada por mi hermano, confeccionaba pequeños trabajos: regalitos para cumpleaños, para el día del padre, juegos inventados...los fines de semana los pasábamos entretenidos.
Pasaron los años y ya mis preocupaciones eran otras...aprobar selectividad y estudiar una carrera. Llegó a mi vida el apasionante mundo de la biología, esa preciosa carrera que al acabarla ha dejado en mí un sabor agridulce. Si bien la estudié por vocación sabiendo que las salidas profesionales son escasas. Pero era mi sino...y lo que yo quería por encima de los deseos de mi padre, que me instaba a estudiar otra cosa.

Hace dos años surgió de nuevo en mí ese deseo incontrolado de hacer algo con mi tiempo libre, algo que me llenara y me hiciera sentir satisfecha. Mi madre me regaló entonces una máquina de coser de los años 80 que había sido suya. Le había costado tantos esfuerzos comprarla que yo sentía que era un tesoro entre mis manos. No lo dudé...era ese empujoncito que estaba esperando, una amalgama de sensaciones encontradas de nuevo. Ésta vez le echaría paciencia, seguro.

Y así es cómo comenzó esta historia de tiempos pasados unida a las modernidades de hoy en día...crear un blog, una página web, darse a conocer en foros, añadirse a los motores de búqueda por internet...The Pink Pomelo! es la culminación de muchos blogs y muchas participaciones por los rincones del ciberespacio.
Nació la forma que tengo de dar a conocer mi mundo y mis trabajos, de enseñar lo que sé a gente que no ha podido aprender, que no ha tenido la oportunidad de que alguien les enseñe. Yo tuve y tengo a mi madre, fiel a mis necesidades y preguntas, fan de mis proyectos e incansable apoyo cuando me atasco.
El nombre: The Pink Pomelo! es una mezcla de inglés y español que denota cómo me siento en estos momentos de mi vida: Pink (rosa) hace referencia a mi color favorito, el color que me gusta que sea la vida...y Pomelo es una fruta ácida y fuerte, tal y como yo me considero (sin ser pretensiosa).