martes, 10 de abril de 2012

Reencuentros o desencuentros.


Una vez me dijo BB. que había lugares para el encuentro de aquéllos que han permanecido tiempo sin verse o sin hablarse...y no hablo de distancia, hablo de alejamiento. Y que esos lugares de reunión eran especiales para dejar atrás viejas rencillas y enterrar el hacha de guerra...nada más lejos de mi realidad. ¿Las razones? Para mí, desconocidas, intuidas quizás...inexplicables en algunos momentos, olvidadas en otros. A mí ya se me acabaron los porqués de estos extraños derroteros del destino (si éste existe) que van sacudiéndome cada vez con más fuerza a la par que suceden esos advenimientos irremediables. Y esto es lo insólito, no soy capaz de dilucidar las razones por las que se corta el cordón umbilical que nos une a través del tiempo y el espacio. Sigo creyendo en mí misma y en que los sentimientos son universales, como las matemáticas o la física. De ahí mi incomprensión y mi asombro.
No me hallo bien ni me encuentro aún en las adversidades que gratuitamente y sin saber bien cómo, llegaron a mí un día de hace años en forma de ignorancia y dejadez. Y si intento buscar motivos...desespero en bucle, porque un pensamiento me lleva a otro y a otro y a otro sin encontrar salida posible. Vuelvo a repetir que me siento la mitad de huérfana que mi hermano, por poner un ejemplo o una reseña a esta entrada que hoy es amarga como el café que me acompaña.
Estos sitios a los que hacía mención; un hospital, un cementerio, una morgue, un velatorio...son sin duda el último lugar que yo querría pisar para despedir a un miembro de mi familia. Mi fé la llevo por dentro y en mi alma caben todos los que en su día fueron algo más que personas importantes y que dejaron huella profunda. Ese es el lugar que quiero para mis encuentros. En muchas ocasiones, las circunstancias requieren que yo pise la pena de esos rincones sin querelo, y eso que yo nunca fui mujer de cumplimientos...me considero hecha de sentimientos en esencia. Todo lo que me gusta o me disgusta se me nota, ni soy de disimulos y papeles teatrales. El que me conoce, lo sabe. Y esta vez, me tocó ir velar a mi abuela, la última de los Arias-Pino, un día antes de un viaje programado y sin poder asistir a la misa del día siguiente (no soy creyente, mi iglesia va por dentro, y yo llevo a mis muertos en el corazón, pero una homilía podría llenar de esperanzas nuestras truncadas vidas en estos instantes de faltas en el mundo). Y allí estaba el "Arias-Pino" que más respeto me ha infundado y al que más repudio por abandonarme. Sinceramente no estoy preparada para tenerlo en consideración ni para llamarlo ya parte de mi vida, porque simplemente se alejó y yo ya me cansé de perseguirlo. Sigo sin entender, sigo sin darle forma o ponerle nombre a ese manojo de sentimientos que me invaden al volver a ver a quien te da vida y luego te la quita. Mil horrores que no deseo para nadie. Mil excusas para no abrazarlo ni besarlo el día que muere la matriarca del clan y mil lágrimas internas que soy incapaz de derramar porque aprendí que no tenía sentido. El encuentro se tornó desencuentro, pero sólo con él. Ver a las demás ramas de mi sangre me produjo alegría con sabor agridulce, qué pena que sólo nos encontremos en esos casos y no en otros. Y mis raíces volvieron a sentir.
A mi A. lo vi  muy afectado, a dos semanas de mí y aún sin ser el benjamín de los nuestros, estaba muy unido a la boquerona. Será papá en septiembre...y yo me estoy quedando atrás en la causa...quizás para febrero del año que viene.
Mi querido E. ha dejado un legado precioso y en honor a la abuela, su pequeña se llama Ana, tres meses de vida recién comenzada. Qué satisfacción vernos todos juntos como cuando éramos pequeños, jugando al baloncesto en el patio de la abu o al trivial en casa de la tita A. Qué buenos ratos me habéis hecho pasar siempre y qué cruel el camino que os separó de mí.
Mis brothers...en especial J.A., qué bien me llevo con él aunque pasen cien años, adoro esa conexión del gen que compartimos.
Ay mi pequeño J., independizado a 1300 km de casa y con su novia E., tan guapa y simpática...me deshago en halagos para mis medias carnes, lo que me queda del vínculo roto de la familia paterna. Y yo ya no tengo padre.
Mis tíos P. e I., tan cariñosos como siempre, me hicieron sentir arropada en una noche donde faltaron arropos, donde el distanciamiento esta vez era espiritual y no carnal. Mi tíos A. y A., a los cuales he querido como mis segundos padres, volvieron a acercarse a mí con cariño y prudencia.
Mi queridísima A. Carrillo, mi segunda abuela paterna, la quiero muchísimo. Siempre tan buena y tan agradable. Qué bien trató siempre a mi madre y qué en consideración le tiene ella siempre. Como la de la raza que ya no existe, como esa humanidad que se extinguió con el hombre y que ella conserva con un atavismo innato, intacta desde que mi entendimiento la recuerda.
Y Paquito "el maestro", sólo tengo agradecimientos para él por acercarse y darme ese pésame tan sentido...."Gracias por acompañar a mi padre ese rato, porque yo no quería hacerlo".

Y a tí, abuela, después de 87 años de dureza, D.E.P. Te llevas el trozo de  mi amor infinito que te corresponde y me dejas tu recuerdo en mi corazón. Cuida de la abuela Rosario. Que el abuelo Eduardo te perdone y el abuelo Pepe te vele.

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