martes, 10 de abril de 2012

Pequeño Rey de manos ajadas.


No dejes nunca de robarme el aliento en las noches en las que más me haga falta que tu cuerpo desesperado se acerque sigilosamente al mío en un sueño verbalizado, que yo no voy a resistirme a ese contacto ni tú vas a dejar que el miedo se apodere de mis suspiros. No me permitas hablar con la boca y déjame que te cuente mis historias con gestos y miradas...hay tanta ternura en ti y tantas ganas de ver lo que digo que a veces me olvido de explicártelo todo y comienzo a darte ese abrazo lindo y sentido que electrifica mis manos. Y yo te siento tan necesitado de corriente, tan falto de impulsos como yo... que este flujo nos arrastra inexorablemente al vergel que imaginé en tu casa de Rota, cerquita del Atlántico, donde pensé que podría bañar mis mediterráneos pies, jugar con las olas y ver tus atardeceres de las fotos en mis ojos oscuros (he vuelto a soñar contigo esta noche y ya ves lo que el onirismo produce en mis ánimos). Nunca un pase de diapositivas dieron para acabar de establecerme una idea tan clara de cómo quiero sentirme cuando estoy contigo, mi gaditano amor, mi malagueño deseo. Desde que te quito algo de tiempo de madrugada, ya no duermo tan sola.
Te acompaño en la huída, déjame seguirte las huellas porque quiero exterderte mis plenas convicciones de niña resuelta y carismática, a la vez que tus manos ajadas de cortar leña se empeñan en sacarme el mayor de los efectos: la verdad. Lo que tú consigues, no lo alcanza nadie. Diste comienzo a la conquista de la Princesa de pijama rosa y ya me llevas a tu terreno, aunque sea cuando duermo.

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