domingo, 4 de marzo de 2012

Semilla.


La felicidad es una palabra muy grande para decirla con la boca tan pequeña. Túmbate a mi lado y mira al cielo. ¿Ves esas estelas que dejan los aviones? Son las rayas de la libreta donde hemos de escribir un destino. Saca tu pluma y pon tu mejor letra.
Relátame nuestra historia una vez más, que no la recuerdo. Ah, sí. Ya me acuerdo. Solíamos venir aquí a apaciguarnos, a dejarnos vencer por el reloj, siempre despreocupados y a la espectativa. Y nos dábamos muñequitos de plástico, pegatinas y cromos.
Tú tienes ese poder en mí de subirme a las nubes mientras hablas. Tienes esa magia que me sorprende a la vuelta de cada esquina, una influencia sutil  pero asentada...mis ojos te ven como a un niño desenterrando tesoros, subiéndote a las ramas de los árboles, cazando ranas y corriendo tras los sueños que flotaron en el aire hace ya algunos años. Así de melácolica me vuelven tus relatos.
Y es tu paz y mi descanso...vida en estado puro. Tú a mi lado, mirándome y haciéndome recordar...siento que me salen alas para poder volar. Se abre mi jaula y creo que puedo salir a jugar.
Quiero correr como tú detrás de un sueño y alcanzarlo. Tengo pies de velocista y lo atraparé para los dos.
Mientras, dejo que el sol me deslumbre y me coloree las mejillas. Te robo un beso bajo este olivo, ¿recuerdas que aquí plantamos esta semilla? En amor se ha convertido con el tiempo. Mimamos estas raíces y crecieron fuertes, alimentadas y regadas por nuestros deseos y ahora son un hogar de cobijo.
El aire caliente nos llena los pulmones en esta mañana estival. Tus cuentos me elevan, estática y volátil me encuentro, mi cuerpo ya no pertenece a esta tierra y meciéndome me entrego al momento. Podría dejar mi alma al abrigo de este ambiente y a vista de pájaro recoger la siembra...el fin de verano se acerca. Y sabes qué hay que liberar.

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